Tributo a Tool
Hacia donde vamos
por Issa Villarreal
“I choose to live and to
Lie, kill and give and to
Die, learn and love and to
Do what it takes to step through.”
--Tool, 46&2
Hace poco tuve la oportunidad de asistir a un ensayo de unos camaradas que traían un proyecto de mi interés. Me invitaron a una casona del centro de Monterrey, con una barra grande y pósters de Pink Floyd en las paredes. Luego sabría que era una de las cuevas del Club de Rock Progresivo de Monterrey. Me quedé en un sillón mientras armaban la batería y afinaban instrumentos en un patio de concreto, de techo abierto, junto con el hermoso Crimson, un perro bóxer de menos de un año de edad. Algunas gotas amenazaban con dificultar la sesión, pero afortunadamente todo resultó en sólo viento.
Lo que escuché ese día fue un grupo armado. Armado para una ocasión un tanto especial. Pablo, de Radiak, cantaba, José Luis (de Necronautas) estaba en el bajo, y Mercy (Plomo y Gigur) de traco. Tres hombres de experiencia. Y a ellos se les sumaba la locura que es Jerry, un muchacho de menos de 20 años que no tiene que pedirle permiso a nadie. Los cuatro se juntan por un motivo: Tool. La banda de los videos de los “monitos”, la banda del vocalista con senos, la banda que se ganó los respetos de Fripp y King Crimson, la banda de los ojos budistas, la banda que los enemas, las espirales, de los lamentos de las zanahorias, y del dios que es como el opio. Se juntaron para representar a ese Tool en Monterrey. Para sonar como ellos, ser ellos por una sola noche. La noche del 13 de mayo en el Café Iguana, a menos de dos semanas del release oficial del quinto álbum de la banda, 10,000 days. Los cuatro junto con sus amigos, sus camaradas, sus roadies, planean revivir en poco más de un mes las raíces de una de las bandas más influyentes en el rock en las últimas dos décadas.
Cuando vi tocar a los cuatro (Pablo, José Luis, Mercy, Jerry), la conjunción de ellos fue casi perfecta, quién sabe si por compartir la misma pasión, o simplemente por ser muy buenos músicos. Tres canciones de las que escuché eran tocadas por primera vez y sonaba como si la hubieran ensayado durante años (quizá solos, quizá en su propio acercamiento con Tool). La edad de Jerry no se peleaba en lo absoluto con su dominio de la guitarra y la gran similitud con lo que hace Adam Jones. José Luis, a quien nunca había oído tocar, mantenía con precisión las líneas de bajo hipnotizantes sin titubear, sin equivocarse. Mercy desgajándose en pedacitos. Pablo entregando todo el Maynard que llevaba dentro (y bien se sabe que es difícil). Durante poco más de dos horas hicieron un recorrido por los cuatro álbumes de Tool, e inclusive, se atrevieron a rozar por uno más (Salival) cuando Pablo evocó “Pushit” en versión larga y cadente.
Quisiera contar todo. Me acuerdo de los tragos de tequila, del viento, de los ladridos de Crimson y de cerrar los ojos cuando “Parabola”. Pero me gustaría más hacer silencio acerca de lo que tocaron, de cómo sonaron y a dónde van a llegar. De alguna forma sé que no sólo lograrán reunir a quienes se funden con la banda, de rendir tributo, de ser escuchados con las palabras de otros, sino que también ellos alcanzarán lo que están buscando con su transfiguración musical. Encontrar de dónde han venido. Y aún más importante, hacia dónde vamos. It will end no other way.
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